Hace ya bastantes años escribí este poema que pertenece a la colección Geografía humana. Fue una mañana de finales de mayo, como ésta de hoy mismo, después de una tormenta vespertina que había mojado la tierra y destruido algunos nidos. Esa fragilidad de la vida que se abre, pero que cede repentinamente ante un zarpazo accidental me estremeció. En esos días en que arrastras tu identidad como un pequeño estorbo, el oficio de la escritura se convierte en una espiral mágica, en la que eres tú mism@ quien arrastra hasta tu mundo aquello que toca sencillamente tu corazón.
[Del libro inédito Geografía humana]
Ha ido a dormirse una
amapola
en tu regazo,
una amapola que deshojó
el más breve viento
la más suave brisa.
Te han susurrado al oído
todo el silencio del mundo
para que cerraras los ojos
para que tu boca la
sellara el azul
del firmamento y no fueran
tus salmos
músicas en los enredos de
la aurora
Era mayo y no te conocía
nadie.
Pero anoto tu muerte,
pájaro de amapola.
Anoto toda la tristeza que
ha ido a esconderse
en tus alas.
Era mayo y no te conocía
nadie.
Y había llovido la noche
de antes
Y la tierra verde,
sangrando en el barro,
estiraba el dolor del aire
que jamás tocarán tus
alas.
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